Una vez que descubras lo que Dios quiere de ti, toma la decisión de seguirlo. Decidir es difícil y tus limitaciones pueden parecer montañas, pero responde con fe como Isaías: “Aquí me tienes, Señor, envíame”. La decisión es un acto de confianza en Jesús. Es normal tener dudas sobre si podrás cumplir con las exigencias, pero no dudes de tu deseo de seguirlo.